29 de diciembre 2018 | 5:00 am
Por su avanzado estado de descomposición, el cadáver putrefacto de Jorge podría haber sido enterrado como desconocido, como tantos otros en México. Pero el trabajo forense de los peritos de Ciudad Juárez logró identificarlo con una técnica de rehidratación que permitió descubrir sus tatuajes.
La experiencia con víctimas como Jorge y los más de 14,000 homicidios que ha dejado la guerra entre los carteles de las drogas durante la última década en una de las regiones más violentas del país, ha convertido a los peritos del Laboratorio de Servicios Periciales y Ciencias Forenses de la Fiscalía General de Chihuahua en destacados expertos en su campo.
La rehidratación y conservación de tejidos blandos de cadáveres momificados o putrefactos con fines forenses se ha convertido –junto a la balística– en un arma clave contra la impunidad para la Unidad Especializada en la Escena del Crimen y el Servicio Médico Forense (Semefo).
Tranquilidad de los familiares
Debido a distintos factores como el tiempo de muerte y el clima, no todos los cuerpos pueden ser identificados, lo que desde 2004 comenzó a preocuparle al perito odontólogo forense, Alejandro Hernández-Cárdenas Rodríguez.
Fue entonces empezó a hacer pruebas para mejorar las fórmulas de rehidratación, una técnica inventada a comienzos del siglo XX en Estados Unidos.
Al poco tiempo, Hernández-Cárdenas inventó una solución con la que ya ha logrado rehidratar “unos cientos” de dedos, manos, orejas y cuerpos completos.
Para lograrlo, prepara una mezcla de entre 250 y 300 litros de agua con esa solución que vierte en una enorme tina donde coloca a los cadáveres de 3 a 5 días –si están putrefactos– o de 5 a 7 días –si están momificados–. Así puede luego identificar si murieron por lesión de arma blanca o arma de fuego, por ejemplo.
“Si usted le entrega ese cuerpo a una familia, putrefacto o momificado, y no lo pueden ver, o lo ven y no se parece nada a su ser querido, van a estar siempre en la incertidumbre de que realmente sea él; aunque les digamos que por genética hay una certeza de 99.99% que sí es”, expone el experto.
“En cambio, si les entregamos un cuerpo ya en mejores condiciones –rehidratado–, tienen la certeza que realmente están recibiendo el cuerpo de su ser querido”, añadió.
La formula, patentada desde 2017, permite mejorar el aspecto de la piel y los órganos y descubrir tatuajes, cicatrices, lunares y lesiones. Gracias a ello, Hernández-Cárdenas se ha convertido en un referente internacional, ofreciendo talleres y conferencias en el extranjero.
Después de la rehidratación del cadáver de Jorge, los peritos descubrieron su nombre escrito sobre un corazón rojo del lado izquierdo del pecho; un sol azteca en un antebrazo y las leyendas “Juaritos”, “Mi madre Petra” y “Mi hijo Jesús José” en el cuerpo negrizco encontrado tras pasar un mes sin vida, putrefacto y acartonado.
La ciencia contra la violencia
Cuerpos decapitados, incinerados, amputados, colgados, enterrados y hasta con más de 200 disparos de arma de fuego también han sido parte del trabajo de los especialistas de este violento estado fronterizo con Estados Unidos.
En Chihuahua, la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes pasó de 25.47 en 2015 a 40.11 en 2018, de acuerdo a cifras oficiales en las que están contemplados sucesos hasta el 31 de octubre.
Los forenses de Chihuahua regularmente comparten sus conocimientos con colegas de otros estados, donde “quizás el miedo” o la falta de capacitación les impide realizar un trabajo científico completo, dijo Rafael García, de 35 años.
Desde 2009, García es uno de los peritos encargados de trabajar en las escenas de los crímenes que ocurren en Ciudad Juárez.
Él nunca ha pensado en dejar su trabajo, pero su familia le pide que lo haga. En 2010, fue víctima de un ataque a balazos mientras analizaba el lugar donde fue emboscado un convoy policíaco.
Desde 2012, los peritos forenses trabajan armados y son capacitados en certeza de tiros, puntería y emboscadas.
“Mis padres me dicen: ‘Piénsala bien, fíjate cómo está ahorita la violencia'”, confesó después de trabajar por casi tres horas en el lugar donde fue encontrado el cadáver de un hombre, sentado en el asiento trasero de un vehículo.
Este año suman ya más de 1,118 homicidios dolosos en Ciudad Juárez. Rafael García ha tenido que trabajar hasta en ocho escenas del crimen seguidas durante casi 24 horas.
“Es cansado. Aparte de lo físico es lo mental, tienes que dominar el sentimiento; el dolor de los familiares ante un homicidio”, confesó.
Antes de convertirse en forense, trabajó dos años como periodista radiofónico, pero después de ser perito se hizo licenciado en Procuración de Justicia, y una de sus especialidades es el análisis y patrones de manchas de sangre.
Después del análisis en la escena del crimen, los peritos trasladan los cadáveres al Semefo, donde les toman fotografías de sus tatuajes para que sus familiares los identifiquen.
“A veces sí llegas a tu casa y te dicen que hueles mal (…) pero uno ya está acostumbrado, haces los sentimientos a un lado, pero siempre con ética; trabajas con humanos”, comentó Iván Mendoza, de 26 años, quien hace tres años cambió la ingeniería por el trabajo con la muerte.
La rehidratación de cadáveres permite identificar a víctimas de asesinato en Ciudad Juárez
AFP
Comparte
29 de diciembre 2018 | 5:00 am
Por su avanzado estado de descomposición, el cadáver putrefacto de Jorge podría haber sido enterrado como desconocido, como tantos otros en México. Pero el trabajo forense de los peritos de Ciudad Juárez logró identificarlo con una técnica de rehidratación que permitió descubrir sus tatuajes.
La experiencia con víctimas como Jorge y los más de 14,000 homicidios que ha dejado la guerra entre los carteles de las drogas durante la última década en una de las regiones más violentas del país, ha convertido a los peritos del Laboratorio de Servicios Periciales y Ciencias Forenses de la Fiscalía General de Chihuahua en destacados expertos en su campo.
La rehidratación y conservación de tejidos blandos de cadáveres momificados o putrefactos con fines forenses se ha convertido –junto a la balística– en un arma clave contra la impunidad para la Unidad Especializada en la Escena del Crimen y el Servicio Médico Forense (Semefo).
Tranquilidad de los familiares
Debido a distintos factores como el tiempo de muerte y el clima, no todos los cuerpos pueden ser identificados, lo que desde 2004 comenzó a preocuparle al perito odontólogo forense, Alejandro Hernández-Cárdenas Rodríguez.
Fue entonces empezó a hacer pruebas para mejorar las fórmulas de rehidratación, una técnica inventada a comienzos del siglo XX en Estados Unidos.
Al poco tiempo, Hernández-Cárdenas inventó una solución con la que ya ha logrado rehidratar “unos cientos” de dedos, manos, orejas y cuerpos completos.
Para lograrlo, prepara una mezcla de entre 250 y 300 litros de agua con esa solución que vierte en una enorme tina donde coloca a los cadáveres de 3 a 5 días –si están putrefactos– o de 5 a 7 días –si están momificados–. Así puede luego identificar si murieron por lesión de arma blanca o arma de fuego, por ejemplo.
“Si usted le entrega ese cuerpo a una familia, putrefacto o momificado, y no lo pueden ver, o lo ven y no se parece nada a su ser querido, van a estar siempre en la incertidumbre de que realmente sea él; aunque les digamos que por genética hay una certeza de 99.99% que sí es”, expone el experto.
“En cambio, si les entregamos un cuerpo ya en mejores condiciones –rehidratado–, tienen la certeza que realmente están recibiendo el cuerpo de su ser querido”, añadió.
La formula, patentada desde 2017, permite mejorar el aspecto de la piel y los órganos y descubrir tatuajes, cicatrices, lunares y lesiones. Gracias a ello, Hernández-Cárdenas se ha convertido en un referente internacional, ofreciendo talleres y conferencias en el extranjero.
Después de la rehidratación del cadáver de Jorge, los peritos descubrieron su nombre escrito sobre un corazón rojo del lado izquierdo del pecho; un sol azteca en un antebrazo y las leyendas “Juaritos”, “Mi madre Petra” y “Mi hijo Jesús José” en el cuerpo negrizco encontrado tras pasar un mes sin vida, putrefacto y acartonado.
La ciencia contra la violencia
Cuerpos decapitados, incinerados, amputados, colgados, enterrados y hasta con más de 200 disparos de arma de fuego también han sido parte del trabajo de los especialistas de este violento estado fronterizo con Estados Unidos.
En Chihuahua, la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes pasó de 25.47 en 2015 a 40.11 en 2018, de acuerdo a cifras oficiales en las que están contemplados sucesos hasta el 31 de octubre.
Los forenses de Chihuahua regularmente comparten sus conocimientos con colegas de otros estados, donde “quizás el miedo” o la falta de capacitación les impide realizar un trabajo científico completo, dijo Rafael García, de 35 años.
Desde 2009, García es uno de los peritos encargados de trabajar en las escenas de los crímenes que ocurren en Ciudad Juárez.
Él nunca ha pensado en dejar su trabajo, pero su familia le pide que lo haga. En 2010, fue víctima de un ataque a balazos mientras analizaba el lugar donde fue emboscado un convoy policíaco.
Desde 2012, los peritos forenses trabajan armados y son capacitados en certeza de tiros, puntería y emboscadas.
“Mis padres me dicen: ‘Piénsala bien, fíjate cómo está ahorita la violencia'”, confesó después de trabajar por casi tres horas en el lugar donde fue encontrado el cadáver de un hombre, sentado en el asiento trasero de un vehículo.
Este año suman ya más de 1,118 homicidios dolosos en Ciudad Juárez. Rafael García ha tenido que trabajar hasta en ocho escenas del crimen seguidas durante casi 24 horas.
“Es cansado. Aparte de lo físico es lo mental, tienes que dominar el sentimiento; el dolor de los familiares ante un homicidio”, confesó.
Antes de convertirse en forense, trabajó dos años como periodista radiofónico, pero después de ser perito se hizo licenciado en Procuración de Justicia, y una de sus especialidades es el análisis y patrones de manchas de sangre.
Después del análisis en la escena del crimen, los peritos trasladan los cadáveres al Semefo, donde les toman fotografías de sus tatuajes para que sus familiares los identifiquen.
“A veces sí llegas a tu casa y te dicen que hueles mal (…) pero uno ya está acostumbrado, haces los sentimientos a un lado, pero siempre con ética; trabajas con humanos”, comentó Iván Mendoza, de 26 años, quien hace tres años cambió la ingeniería por el trabajo con la muerte.
Comparte
AFP
Comparte
Violentadores de mujeres y deudores alimentarios no podrán ocupar cargos públicos
Elecciones 2023: Alejandra del Moral y Delfina Gómez, en la recta final para definir quién gobernará el Edomex
¡Cuidado! Cofepris alerta sobre cuatro medicamentos falsificados en el mercado mexicano