3 de agosto 2020 | 3:25 pm

Los principales bancos europeos han sufrido una desaceleración de sus actividades a causa de las medidas de confinamiento por la pandemia de COVID-19 y colocan miles de millones en reserva para enfrentar quiebras e impagos.

El gigante bancario sino-británico HSBC, ya en declive antes de la crisis, anunció este lunes una caída de 77% de su beneficio neto, a 1,970 millones de dólares (casi 1,680 millones de euros) en el primer semestre, y a solamente 192 millones de beneficio entre abril y junio.

A título comparativo, HSBC registró en 2019 ganancias de más de 8,2l0 millones de dólares en el primer semestre y de 4,400 millones en el segundo trimestre.

“Nuestro resultado en el primer semestre se vio afectado por la pandemia de COVID-19, la caída de las tasas de interés, el aumento de los riesgos geopolíticos y la mayor volatilidad de los mercados”, declaró en un comunicado el director general del banco, Noel Quinn.

El francés Societé Générale se unió a las filas de instituciones europeas en rojo, al registrar una pérdida de 1.260 millones de euros entre abril y junio, que se sumó a otra de 326 millones en el primer trimestre.

La desaceleración de la actividad se vincula a las medidas de confinamiento, pero también al “costo de riesgo”, es decir, la cantidad de provisiones hechas por la banca para poder resistir las quiebras de sus clientes, entre probables bancarrotas comerciales y deudas impagas.

“Las consecuencias de la pandemia provocarán una fuerte alza de las pérdidas (…) Las PYMES y los préstamos al consumo sin garantías serán los más afectados”, destaca Alexios Philippides, analista de Moody’s.

Para los británicos de Lloyds, este semestre también resulta en rojo, por más de 4,000 millones de euros.

Santander muy afectado

En tanto el gigante español Santander ha colocado 7,000 millones de euros en reserva, muchos de los cuales ya se han perdido potencialmente. Firmemente establecido en el Reino Unido y en América del Sur, el banco logró la plusmarca, con una pérdida abismal en el segundo trimestre de casi 11,000 millones de euros.

Además de estas provisiones masivas, el efecto coronavirus se ha traducido en depreciaciones de activos, consecuencia de las turbulencias que sacudieron a los mercados mundiales, degradando el precio de muchos productos financieros.

“Nos enfrentamos a un contexto muy difícil, porque estamos asistiendo a caídas muy importantes en el crecimiento de muchos países (…). Además, los bancos se ven muy afectados por la evolución del crecimiento y el desempleo. A partir de fin de año y comienzos del próximo esperamos ver un aumento de las quiebras individuales y corporativas”, advirtió Elisabeth Rudman, analista en créditos de DBRS.

“El mensaje de la crisis precedente fue intentar resolver los problemas lo más rápido posible. Si un banco conserva durante mucho tiempo importantes volúmenes de préstamos, se arriesga a comprometer su capacidad para apoyar la recuperación económica”, puntualizó.

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