29 de junio 2022 | 8:00 am
En días pasados tuve la osadía de preguntar abiertamente en Twitter cuáles eran las cartas credenciales que validaban que la tristemente célebre candidata al gobierno de Nuevo León, Clara Luz Flores, hubiese sido designada por el presidente para ocupar un puesto tan importante como el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Casi de inmediato, varias personas se me fueron encima alegando (entre otras cosas) que Flores ostentaba la medalla de haber implementado un modelo de policía municipal en Escobedo, Nuevo León y, que al parecer, había dado buenos resultados, pero no tan buenos como para solicitar una embajada o un consulado; supongo que se encuentran reservadas para exgobernadoras y exgobernadores de la oposición con adaptabilidad al cambio.
Sea como sea, tomaré los señalamientos que me hicieron como ciertos, pero me queda una preocupación: ¿ese supuesto, resultado a nivel municipal, elimina por arte de magia el hecho de que Clara Luz Flores mintió durante la campaña electoral para la gubernatura de Nuevo León?
¿Debo de entender que lo del “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo” no aplica para la cabeza del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, una pieza fundamental dentro del Sistema Nacional de Seguridad Pública?
¿Cómo debo justificar que su designación no haya sido un rescate político en el entendido de que hay señalamientos que apuntan a que ese nombramiento se debió a un chantaje a cambio de no ventilar el uso de dinero non sanctas durante su fallida campaña?
¿Clara Luz Flores fue sometida a los exámenes de control de confianza inherentes a un puesto clave para luchar contra la delincuencia?
¿Y la prueba de polígrafo?
Simplemente no entiendo cómo pudo acreditar, asumiendo que el puesto así lo requiera, una prueba de polígrafo.
Las preguntas de rigor estarían vinculadas a determinar si él o la sustentante, literal, ha mentido, ha robado o ha formado parte de algún grupo delictivo y, claramente la primera pregunta dispararía los marcadores y el resultado sería no aprobatorio. Cualquiera que haya tomado esta prueba podrá validar que esas son justamente las preguntas esenciales.
Con examen o sin examen, Clara Luz Flores ya es parte del selecto grupo de funcionarias y funcionarios del gabinete de Andrés Manuel López Obrador que están a cargo de combatir a la delincuencia y, evitar con ello, que a usted y a mí nos maten (y si no es mucha molestia), violen, roben, extorsionen, amenacen, secuestren o nos desaparezcan.
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Las cifras manchadas de sangre
Las cifras que Flores debe tener en cuenta al momento de tomar las riendas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública están a la vista:
Alrededor de 120,650 homicidios en 42 meses (sin contar con la espeluznante cifra negra), no obstante que nos prometieron que a la mitad del camino la violencia desaparecería.
Sin embargo, llegamos a ese parteaguas con la novedad de que no solo no se cumplió con la meta sino que los homicidios rebasaron a los 120,000 homicidios del némesis del presidente.
Una cifra que obliga a validar que nuestro país vive un baño de sangre, una carnicería, una pesadilla y un infierno para todos los que no contamos con algún tipo de protección especial y esto debería ser un escándalo, deberíamos estar en las calles gritando que no nos maten como en la “Marcha Blanca” convocada el 27 de junio de 2004 por México Unido Contra la Delincuencia y que tanto molestó a López Obrador, entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Tal vez estamos demasiado ocupados intentando sobrevivir como para salir a protestar.
Leer más: Para AMLO, con afecto…
Otra estrategia fallida
El gobierno nos abandonó a nuestra suerte y ya no hay manera de negarlo, la estrategia de seguridad falló miserablemente porque se fundamentó en la ilusión y en un discurso político de un mundo que solo tiene sentido para el hombre más poderoso de los últimos tiempos en México, antes que en un análisis serio del drama en el que vivimos.
El “resérvate el derecho a declarar” y “niégalo todo“ son dos de los consejos (o advertencias) elementales de cualquier abogado, sin embargo, eso no implica que la realidad no termine por hacerse presente durante un juicio.
La realidad puede ser evadida de muchas formas hasta que se vuelve insostenible (si, justo como en los fraudes piramidales) y eso es lo que ocurrió con la plataforma del presidente de México.
Su promesa de campaña de que en tres años acabaría con el baño de sangre en el que nos habíamos sumergido junto con la declaración de que con su mera asunción como presidente podíamos dar por terminada esa etapa resultó ser un fraude.
El penúltimo clavo para el ataúd de la estrategia de seguridad del presidente fue la declaración del Papa Francisco tras los asesinatos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la sierra Tarahumara junto con el guía de turistas Pedro Palma, “¡Cuántos asesinatos en México!”, todo esto mientras la Secretaria de Seguridad Ciudadana asistía a un evento de Morena en Toluca y el Subsecretario de Seguridad Ciudadana estaba haciendo campaña para ser gobernador de Coahuila.
El último clavo, el que espero que nunca llegue, será cuando el gobierno de los Estados Unidos decida crear un programa de sanciones específico para los cárteles mexicanos.
Y esa es la realidad que deberá enfrentar Clara Luz Flores.
Clara Luz Flores y el polígrafo
Salvador Mejía
smejia@asimetrics.net
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29 de junio 2022 | 8:00 am
En días pasados tuve la osadía de preguntar abiertamente en Twitter cuáles eran las cartas credenciales que validaban que la tristemente célebre candidata al gobierno de Nuevo León, Clara Luz Flores, hubiese sido designada por el presidente para ocupar un puesto tan importante como el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Casi de inmediato, varias personas se me fueron encima alegando (entre otras cosas) que Flores ostentaba la medalla de haber implementado un modelo de policía municipal en Escobedo, Nuevo León y, que al parecer, había dado buenos resultados, pero no tan buenos como para solicitar una embajada o un consulado; supongo que se encuentran reservadas para exgobernadoras y exgobernadores de la oposición con adaptabilidad al cambio.
Sea como sea, tomaré los señalamientos que me hicieron como ciertos, pero me queda una preocupación: ¿ese supuesto, resultado a nivel municipal, elimina por arte de magia el hecho de que Clara Luz Flores mintió durante la campaña electoral para la gubernatura de Nuevo León?
¿Debo de entender que lo del “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo” no aplica para la cabeza del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, una pieza fundamental dentro del Sistema Nacional de Seguridad Pública?
¿Cómo debo justificar que su designación no haya sido un rescate político en el entendido de que hay señalamientos que apuntan a que ese nombramiento se debió a un chantaje a cambio de no ventilar el uso de dinero non sanctas durante su fallida campaña?
¿Clara Luz Flores fue sometida a los exámenes de control de confianza inherentes a un puesto clave para luchar contra la delincuencia?
¿Y la prueba de polígrafo?
Simplemente no entiendo cómo pudo acreditar, asumiendo que el puesto así lo requiera, una prueba de polígrafo.
Las preguntas de rigor estarían vinculadas a determinar si él o la sustentante, literal, ha mentido, ha robado o ha formado parte de algún grupo delictivo y, claramente la primera pregunta dispararía los marcadores y el resultado sería no aprobatorio. Cualquiera que haya tomado esta prueba podrá validar que esas son justamente las preguntas esenciales.
Con examen o sin examen, Clara Luz Flores ya es parte del selecto grupo de funcionarias y funcionarios del gabinete de Andrés Manuel López Obrador que están a cargo de combatir a la delincuencia y, evitar con ello, que a usted y a mí nos maten (y si no es mucha molestia), violen, roben, extorsionen, amenacen, secuestren o nos desaparezcan.
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Las cifras manchadas de sangre
Las cifras que Flores debe tener en cuenta al momento de tomar las riendas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública están a la vista:
Alrededor de 120,650 homicidios en 42 meses (sin contar con la espeluznante cifra negra), no obstante que nos prometieron que a la mitad del camino la violencia desaparecería.
Sin embargo, llegamos a ese parteaguas con la novedad de que no solo no se cumplió con la meta sino que los homicidios rebasaron a los 120,000 homicidios del némesis del presidente.
Una cifra que obliga a validar que nuestro país vive un baño de sangre, una carnicería, una pesadilla y un infierno para todos los que no contamos con algún tipo de protección especial y esto debería ser un escándalo, deberíamos estar en las calles gritando que no nos maten como en la “Marcha Blanca” convocada el 27 de junio de 2004 por México Unido Contra la Delincuencia y que tanto molestó a López Obrador, entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Tal vez estamos demasiado ocupados intentando sobrevivir como para salir a protestar.
Leer más: Para AMLO, con afecto…
Otra estrategia fallida
El gobierno nos abandonó a nuestra suerte y ya no hay manera de negarlo, la estrategia de seguridad falló miserablemente porque se fundamentó en la ilusión y en un discurso político de un mundo que solo tiene sentido para el hombre más poderoso de los últimos tiempos en México, antes que en un análisis serio del drama en el que vivimos.
El “resérvate el derecho a declarar” y “niégalo todo“ son dos de los consejos (o advertencias) elementales de cualquier abogado, sin embargo, eso no implica que la realidad no termine por hacerse presente durante un juicio.
La realidad puede ser evadida de muchas formas hasta que se vuelve insostenible (si, justo como en los fraudes piramidales) y eso es lo que ocurrió con la plataforma del presidente de México.
Su promesa de campaña de que en tres años acabaría con el baño de sangre en el que nos habíamos sumergido junto con la declaración de que con su mera asunción como presidente podíamos dar por terminada esa etapa resultó ser un fraude.
El penúltimo clavo para el ataúd de la estrategia de seguridad del presidente fue la declaración del Papa Francisco tras los asesinatos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la sierra Tarahumara junto con el guía de turistas Pedro Palma, “¡Cuántos asesinatos en México!”, todo esto mientras la Secretaria de Seguridad Ciudadana asistía a un evento de Morena en Toluca y el Subsecretario de Seguridad Ciudadana estaba haciendo campaña para ser gobernador de Coahuila.
El último clavo, el que espero que nunca llegue, será cuando el gobierno de los Estados Unidos decida crear un programa de sanciones específico para los cárteles mexicanos.
Y esa es la realidad que deberá enfrentar Clara Luz Flores.
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Salvador Mejía
smejia@asimetrics.net
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