5 de diciembre 2020 | 5:00 am

La reacción eufórica de los mercados financieros a los recientes avances de las vacuna para el COVID-19 y a los resultados de las elecciones en Estados Unidos está fortaleciendo algunas divisas tan rápidamente que han empezado a surgir voces que hablan de una posible nueva guerra cambiaria.

Casi una década después de que el ministro de Hacienda de Brasil comparara la impresión de dinero de los bancos centrales occidentales con una guerra económica, algunas de las condiciones que llevaron a los países a debilitar sus monedas parecen estar surgiendo de nuevo.

El creciente afán de los inversionistas por comprar activos de riesgo le dio a las monedas de los mercados emergentes su mejor mes en casi dos años en noviembre, extendiendo una serie de ganancias que comenzaron en junio.

Una prolongación de la tendencia, que se considera probable después de que el dólar alcanzó su nivel más bajo en dos años el jueves, sería el mayor ascenso ininterrumpido desde 2012.

Corea del Sur, Taiwán y Tailandia ya están lo suficientemente preocupados como para intervenir en sus mercados de divisas o tomar otras medidas para tratar de evitar que se agoten frágiles recuperaciones económicas.

En Suecia, cuya corona es la moneda de mejor rendimiento de este año, el banco central aumentó inesperadamente su programa de impresión de dinero la semana pasada.

“Creo que guerra de divisas sería una expresión un poco dramática para usar en este momento, pero se podría decir que ha habido algunos disparos de alerta”, dijo el jefe de estrategia de mercados emergentes de UBS, Manik Narain. “Y si esta fortaleza de la moneda continúa, estos países podrían empezar a presionar más fuerte”.

Los economistas culpan a las devaluaciones competitivas de las monedas de exacerbar la Gran Depresión de la década de 1930 y de frenar el comercio mundial durante décadas fomentando el proteccionismo.

El ciclo suele comenzar con recortes de las tasas de interés e intervenciones “ojo por ojo”, pero puede escalar rápidamente hasta los controles de capital o los impuestos a las inversiones para impedir la entrada de dinero extranjero como el que ahora inunda los mercados emergentes.

Los datos del Instituto de Finanzas Internacionales del martes mostraron que los inversionistas volcaron un récord de 40,000 millones de dólares en acciones y 37,000 millones de dólares en bonos a los mercados emergentes el mes pasado, una total que superó al de los tres meses anteriores juntos.

El peso mexicano, el real brasileño, la lira turca, el rand sudafricano, el rublo ruso y el zloty polaco subieron entre 5% y 10%, sumándose a los avances de entre 5% y 12% en las monedas de China, Taiwán y Corea desde junio.

Margen para un auge

No es solo la expectativa de que las vacunas contra el COVID-19 normalicen el comercio, los viajes y los precios de las materias primas lo que impulsa la tendencia.

Las bajas tasas de interés mundiales significan que los países en desarrollo se encuentran entre los pocos lugares que quedan donde los inversionistas obtienen beneficios por invertir en bonos, mientras que el auge de los coches eléctricos y la automatización ha hecho que el dinero llegue a los grandes fabricantes de microchips de Asia.

Se espera que el comercio mundial tenga el próximo año la primera expansión en tres años, con la esperanza de que también el gobierno del presidente electo estadounidense, Joe Biden, sea más predecible en ese frente.

“Si se observan las áreas en las que podrían estallar posibles guerras de divisas, serían las áreas que han atraído la mayor cantidad de flujos de capital o flujos a acciones”, dijo el jefe de gestión de carteras de mercados emergentes de PIMCO, Pramol Dhawan.

Citó a Taiwán, Corea del Sur y China como los principales puntos calientes, y potencialmente la India, que ya ha acumulado 85,000 millones de dólares en reservas este año, añadió Narain de UBS, ayudando a mantener la rupia bajo control.

Preocupaciones

Normalmente es el ritmo y no el alcance de los movimientos de las tasas cambiarias lo que lleva a los países a actuar.

Cuando el brasileño Guido Mantega declaró que había estallado una guerra de divisas en septiembre de 2010, el dólar había perdido más del 10% en unos tres meses. Y no se detuvo ahí, cayó 17% en junio de 2011.

Esta vez el dólar ha bajado 11% en ocho meses, pero el banco de inversión estadounidense Morgan Stanley cree que todavía está sobrevalorado en 10% y Citi pronostica una baja récord de 20% el año que viene mientras las economías se recuperan y la Reserva Federal continúa con el estímulo.

El economista jefe del IIF, Robin Brooks, duda que incluso ese tipo de movimiento desencadene una guerra de divisas en toda regla.

Quitando el alza del 8% del yuan de China, las monedas de los mercados emergentes llevan una baja de 5% este año, y algunas de las monedas más afectadas, como el real brasileño y la lira turca, han perdido 25% y son una fracción de lo que valían hace una década.

“Honestamente, si yo fuera un político de una economía de mercado, cada día en que mi moneda se fortaleciera estaría feliz”, dijo Brooks, señalando que una moneda más fuerte también hace más barato pagar la deuda denominada en dólares que se ha estado acumulando.

Sin embargo, cree que el euro y el yen se fortalecerán, lo que requerirá que el Banco Central Europeo y el Banco de Japón respondan. La reacción de China también será observada de cerca, mientras que la declaración de Tailandia de que está vigilando la subida del baht “24 horas al día” pone de relieve las tensiones.

“Nuestra preocupación es la velocidad del ajuste”, dijo la semana pasada el gobernador del banco central de Tailandia, Sethaput Suthiwart-Narueput. “En gran medida no ha tenido nada que ver con nosotros”.

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