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“A comer, a bañarse, a dormir, es Lagrimitas Lili”. La tonada, que resonaba en las televisiones mexicanas durante la década de 1980, forma parte del comercial de uno de los juguetes más emblemáticos de la fabricante mexicana Lili Ledy, Lagrimitas Lili.
La muñeca, rubia y con distintos atuendos, llora. Las niñas, que pretenden ser su “mamá”, la pasean en una carreola, la alimentan con un biberón y la ponen a dormir para tranquilizarla, mientras la voz de una mujer presenta el producto.
Las jugueteras mexicanas están en auge. No saben que, antes de que termine el siglo XX, casi dos terceras partes de ellas desaparecerán del mapa por el ingreso de las cadenas internacionales al país.
Y tampoco saben que luego del tropiezo que sufrieron tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), renegociar el pacto comercial en América del Norte podría representar la oportunidad para mejorar su presencia en el mercado estadounidense, el más grande del mundo.
Ahora, los fabricantes mexicanos de juguetes confían en que su posición internacional puede mejorar con dos factores: la ratificación del Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que mantendría abajo las barreras comerciales en América del Norte y el posible estallido de una guerra comercial que distancie a Washington de China.
El mercado mundial del juguete tiene un valor de 89,000 millones de dólares al año, de los cuales el mercado estadounidense aporta poco más del 30%, según The Toy Association, una organización que aglutina a más de 950 empresas como Mattel, Hasbro, Bandai o Fotorama en Estados Unidos.
Crecer la participación en el país vecino es una prioridad para los fabricantes mexicanos, dice Miguel Ángel Martín González, presidente de la Asociación Mexicana de la Industria del Juguete (AMIJU).
China es el principal exportador de juguetes a Estados Unidos, con 25,514 millones de dólares enviados en 2017, mientras que México ocupa el segundo lugar en el rubro, con 1,039 millones de dólares y Taiwán el tercero, con 1,002 millones de dólares, según el Departamento de Comercio de la Unión Americana.
Estados Unidos es el principal mercado para las exportaciones de juguetes nacionales con el 87% del total, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía.
En los últimos siete años, el crecimiento ha sido tibio en el volumen como en el valor de exportaciones. Este último creció en promedio del 2010 al 2017 un total de 4.2%, mientras que en términos de volumen lo hizo en 5.6%, según la información de la dependencia.
Para reducir el margen con China, los productores mexicanos esperan que las diferencias comerciales entre la potencia asiática y el gobierno estadounidense complemente la ratificación del T-MEC.
Sin embargo, aunque algunos expertos ven poco propicio que se establezcan estas condiciones, reconocen otras ventajas que tiene México sobre el resto del mundo.
México es el segundo mayor proveedor de manufactura para Estados Unidos por el bajo costo que representa su mano de obra, además de que su ubicación geográfica le permite ofrecer ventajas logísticas que solo pueden ser igualadas por Canadá, dice Sergio Negrete Cárdenas, profesor-investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).
En el mercado juguetero, la ubicación geográfica del país fabricante tiene un papel fundamental, ya que supone una ventaja por la reducción de tiempos y costos de envío.
El ciclo de venta para un juguete consta de tres etapas: lanzamiento, madurez y salida.
Durante las primeras ocho semanas de exposición, que abarcan el lanzamiento y la madurez, el juguete alcanza su máximo valor, mientras que de la novena a la decimosegunda el producto entra en lo que se le conoce como periodo de remate, explica Nicolás Ortiz, consultor de negocios en la agencia de mercadotecnia Glocal Markets.
Un estudio de la consultora estadounidense NAPS, publicado en 2015, muestra que mientras que el tiempo de transportación de un producto de México a Estados Unidos puede ser de entre 24 y 48 horas, el traslado de los productos chinos pueden tardar hasta tres semanas, una diferencia automáticamente se convierte en un factor relevante para un producto efímero.
“Traer un juguete de China a Estados Unidos puede tardar hasta 45 días, pero el proceso en México puede acelerarse a solo 72 horas desde que se fabrican los productos hasta que llegan a la tienda. Es lo que le ofreces a un distribuidor estadounidense”
Miguel Ángel Martín González, presidente de la AMIJU
González estima que este factor puede completar un triángulo que catapulte las exportaciones de los jugueteros mexicanos a Estados Unidos.
“Si el valor del mercado estadounidense es de 27,000 millones de dólares, ese es nuestra meta”, considera.
Los pronósticos de los expertos difieren de los de Martín González, presidente de la AMIJU, debido a que ven poco probable un estallido de la guerra comercial que contempla el directivo, lo que mermaría las posibilidades de la invasión mexicana al mercado estadounidense.
“Yo creo que lo que propone el directivo es válido, pero muy ilusorio. No creo que China deje de ser el principal exportador de manufactura a los mercados estadounidenses”, advierte Negrete Cárdenas.
La disputa comercial entre Washington y Beijing, que acarreó la imposición recíproca de aranceles por 50,000 millones de dólares distribuidos principalmente entre productos textiles, alimenticios y automotrices se encuentra por ahora en una tregua de tres meses pactada por el presidente Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, el 1 de diciembre.
La paz temporal, no obstante, está tensada por una amenaza de imponer tarifas por otros 200,000 millones de dólares.
En este contexto, México tiene una ventaja competitiva: al exportar juguetes a Estados Unidos, lo haría sin aranceles. Además, los productores nacionales tienen la capacidad de importar insumos desde la Unión Americana para incorporarlos al producto final antes de exportarlo a cualquier país, explica Ignacio Martínez Cortés, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios (LACEN).
Sin embargo, el país sigue actuando como un “socio menor o un simple maquilador que Estados Unidos puede sustituir”, estima Rafael de la Garza, analista en temas de economía y política.
Pese a que el T-MEC puede beneficiar a la industria juguetera mexicana, el mercado internacional no siempre se ha comportado en favor de los productores nacionales.
Tras la llegada del modelo neoliberal a México durante el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988), la industria del juguete sufrió la baja de importantes empresas que durante décadas habían dominado el sector.
Lili Ledy, Plastimarx, Ensueño y Lodela fueron algunas de las empresas que sucumbieron tras la llegada de fabricantes extranjeros que se adueñaron del mercado nacional, ofreciendo precios muy bajos, con los que resultó imposible competir.
Alfonso Rojo, un extrabajador de la empresa Aurimat, que entre las décadas de 1980 y 1990 fue el principal fabricante de Mattel en México, cuenta que fue testigo de los cierres de empresas como Lili Ledy y Plastimarx, derivado de que se dejaron de desarrollar líneas de juguetes propias.
“Desde hace mucho existen marcas como Mattel y Hasbro en México, pero a partir de que se les abrió por completo la puerta, las compañías mexicanas fueron quebrando porque no supieron cómo competir con ellas”, dice Rojo, quien trabajó seis años en la que fue maquiladora de juguetes como Barbie o Hot Wheels.
El 60% de las medianas y grandes compañías que podían fabricar sus propias líneas de juguetes en México cerraron durante las dos últimas décadas del siglo pasado, según la AMIJU. Desde entonces, a los jugueteros mexicanos les ha costado trabajo recuperar presencia en el ecosistema comercial, e incluso en el local.
En las últimas dos décadas del siglo pasado, al menos 140 firmas de juguetes afiliadas a la AMIJU desaparecieron. Actualmente, solo hay 78 empresas agremiadas, de acuerdo con datos de la asociación.
Entre 2009 y 2017, las ventas de juguetes en México crecieron 5.3% en promedio anual y para este año se espera un incremento de 5% más, con lo que se alcanzaría una cifra de alrededor de 2,792 millones de dólares, de acuerdo con la AMIJU.
El incremento contrasta con una disminución de las exportaciones de Estados Unidos a México, que en el mismo periodo cayeron 35%, según cifras del Departamento de Comercio estadounidense.
La industria mexicana tiene su principal área de oportunidad en el mercado nacional, cuyo crecimiento durante el primer semestre de 2018 fue del 15%, según el International Council of Toy Industries, la principal asociación para la industria del juguete en todo el mundo.
Los expertos del sector sugieren al gremio invertir en el diseño de juguetes y desarrollo de tecnología que les permita incursionar con mayor fuerza en los mercados internacionales.
“Desde hace unos años, México ha impulsado su industria juguetera y es importante destacar que se le ha agregado un valor tecnológico, pero su principal reto es afianzarse como participante independiente en el mercado mexicano para después apostar por mejorar su posición en el estadounidense”, asegura Martínez Cortés.
Actualmente, no todas las empresas que fabrican juguetes en México diseñan sus propios productos. Por el contrario, basan sus negocios en la producción de los artículos comercializados por las grandes empresas transnacionales.
Mabamex y Montoi, por ejemplo, elaboran productos de Mattel en México, mientras que Servicios Mexicanos de Manufactura hace lo propio con los de Hasbro.
“Lo que la industria mexicana juguetera debe hacer es invertir en diseño. Es una de las partes más importantes de la empresa para competir en el mercado estadounidense, en el área de tecnología y de diseño, de innovación”, dice Martínez Cortés.