IOAE Heath

1 de abril 2020 | 5:00 am

Por: Jonathan Heath

Las expectativas de crecimiento de la actividad económica, al igual que muchos otros indicadores económicos, han sufrido revisiones drásticas en este último mes. Aunque el deterioro había iniciado antes, el punto de partida fue el 11 de marzo, cuando el Director General de la Organización Mundial de Salud, Tedros Adhanom, declaró oficialmente la existencia de una pandemia a raíz de la propagación mundial del Coronavirus conocido como Covid-19.

Ahora se anticipa una recesión de gran magnitud, con desplomes en la producción, el consumo, el empleo, y, lo peor de todo, seguramente acompañado de aumentos significativos en índices de pobreza.

En los siguientes meses será crucial la lectura de los indicadores económicos. Si bien esto siempre es importante para fundamentar las decisiones de política económica, para entender el entorno de negocios bajo el cual los empresarios estarán operando y para guiar a la población en general, ahora será mucho más transcendental ante una situación por demás difícil de digerir.

Ante esta coyuntura, sobresalen tres aspectos fundamentales: la interpretación correcta de cada indicador, en especial, cuándo podemos anticipar números radicales; cuáles indicadores van a cobrar más relevancia y cuáles no tanto; y, la construcción y cálculo de cada indicador en tiempos difíciles para levantar encuestas y recopilar la información relevante.

El primer y mejor ejemplo, son los indicadores sobre la propagación del COVID-19, como el número de contagios y de muertes atribuibles al virus. Los países más exitosos en contener la pandemia son los que más pruebas han realizado per cápita y que han logrado diseminar la información de los contagiados en forma expedita.

En México se ha adoptado la política de que si no se cuenta, no cuenta. Somos de los países que menos hemos realizado pruebas, por lo que realmente no tenemos tan buena idea de qué tan vulnerables somos ni cuáles deberían ser los alcances de las políticas sanitarias y de contención.

Peor aún, auspiciado por el INAI, la información de los contagiados se considera personal, por lo que no se ha divulgado a los posibles contagiados para que tomen medidas pertinentes. En lo personal, si yo fuera diagnosticado positivo o sospechara de tener el virus, lo mejor sería que todos supieran lo antes posible. Lo vería como un deber ciudadano.

Las políticas de sana distancia, quédate en casa y de cierres de todo tipo de establecimientos pueden tener un impacto devastador sobre la economía del país. Por ejemplo, en Estados Unidos, el número de solicitudes iniciales para el seguro de desempleo en la semana que terminó el 21 de marzo, fue de 3.28 millones (tres millones más que la semana anterior), cifra muy pero muy por arriba del máximo histórico anterior de 695,000 de 1982.

Muchos analistas piensan que este año pudiera ser tan malo para la economía como la gran recesión de 2007-2009; en esa ocasión la peor semana fue de 665,000 solicitudes, en un año en que se perdieron 8.7 millones de empleos. Si en forma simplista aplicáramos una regla de tres, pudiéramos anticipar una tasa de desempleo peor que la que se observó a principios de los años treinta, que llegó tasas alrededor del 25%.

En el caso de México, uno de los primeros indicadores disponibles para marzo será la tasa de desempleo, que se dará a conocer el lunes, 27 de abril. Es muy posible que veamos un incremento importante, reflejo de los primeros estragos en el mercado laboral. Sin embargo, tendremos que tener cuidado al interpretar la tasa, ya que el desempleo se define mediante dos características: el no tener empleo y estar buscando activamente un trabajo.

Es muy probable que muchas personas que perdieron su empleo en marzo, no realizaron esfuerzos inmediatos para buscar empleo, primero por la política de quédate en casa y segundo, porque anticipan que en estos momentos simplemente no hay oportunidades. Esto significa que muchas personas que pierden su empleo no entrarán a la categoría de desempleados, sino a la población económicamente inactiva, aunque disponible para trabajar.

También es altamente probable que muchos no perderán su empleo pero trabajaran menos horas a la semana, lo cual se verá reflejado en la tasa de subocupación. Esto significa que tendremos que ponerles más atención a los indicadores laborales complementarios a la tasa de desempleo para tener una idea más completa del impacto sobre el mercado laboral.

Obviamente, uno de los indicadores más importantes será la producción industrial, en especial los sectores manufacturero y construcción. Sin embargo, la información de marzo no lo tendremos hasta el 12 de mayo. La construcción había sido de los sectores más golpeados desde mediados de 2018 y es de esperarse que la tasa de marzo sea de nuevo de las más dramáticas.

En cambio, la manufactura ha mostrado una tendencia casi lateral en meses pasados, en línea con la desaceleración de las exportaciones observadas en el último trimestre del año pasado. Este sector será clave ante el anuncio de cierre de muchas plantas automotrices y al conocer su desempeño mucho antes que los servicios y el comercio, nos podrá proporcionar una primera aproximación al tamaño del freno en la actividad económica.

En este caso, sabemos que existe una alta correlación entre las producciones manufactureras de México y Estados Unidos. Varias instituciones financieras han venturado decir que anticipan una caída de 10% en el primer trimestre en Estados Unidos, para seguir con una de 25 a 35% en el segundo trimestre. Sin embargo, es justo en estos momentos en que debemos recordar que Estados Unidos presenta sus datos trimestrales en forma anualizada, lo que equivale elevar a la cuarta una tasa simple como la que utilizamos en México.

Uno de los indicadores más complicados para interpretar será la inflación, ya que habrá muchos precios que van a subir, pero muchos otros que van a bajar. Un incremento de casi 30% en el tipo de cambio hará que los precios de muchos insumos importados suban. Sin embargo, los precios internacionales de los commodities, en especial de la gasolina, han disminuido significativamente, o cual más que ha neutralizado el impacto cambiario.

Aunque no serán tan relevantes, los precios de los servicios turísticos se han desplomado. Al mismo tiempo, la ampliación en las condiciones de holgura ante una gran capacidad instalada ociosa hará que muchos precios bajen. Al final de cuentas, ¿cuál será el impacto sobre la inflación general? Algunos analistas apuestan que la inflación va aumentar, pero otros anticipan una disminución. No obstante, aunque la inflación no aumente mucho, es probable que la entrada de remesas empiece a disminuir en forma no tan diferente a la que se dio durante la crisis de 2007-2009, lo cual significa una disminución en el poder adquisitivo de una parte sensible de nuestra población.

Son muchos los indicadores que tendrán una afectación significativa y diferente, por lo que habrá que proceder con cautela al analizar los números en el transcurso de los siguientes meses.

Sin embargo, posiblemente lo más peligroso en torno a la construcción y cálculo de la mayoría de los indicadores es la noticia procedente del INEGI de las medidas extraordinarias que estará tomando en estos meses ante el estado de emergencia sanitaria. Anunció la cancelación (temporal) en todas las encuestas presenciales, que involucran a la mayoría de los indicadores económicos más importantes. Recordemos que lo que no se cuenta, no cuenta. La calidad y confianza en estos indicadores, en los momentos más cruciales y cuando más los necesitamos, estarán cuestionados.

Empezando por el Censo General de Población, que fue muy accidentado ante el cierre de casas y dificultades de proceder ante la propagación del virus. ¿Qué tan confiables serán estos datos que serán la base de muchos cálculos para la próxima década? ¿La medición quincenal de precios, que es esencial para las decisiones de políticas monetaria, salarial y fiscal? ¿Podremos confiar en una tasa de desempleo que no procede de visitas domiciliarias? A las crisis sanitaria y económica, ¿se nos une una verdadera crisis de información económica? ¿Una pandemia de desinformación en los momentos dónde esta es más necesaria?

*Jonathan Heath es miembro de la Junta de Gobierno del Banco de México para el período que concluirá el 31 de diciembre de 2026. A mediados de 2010 fue investigador invitado en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), donde escribió el libro, “Lo que Indican los Indicadores: como utilizar la información estadística para entender la realidad económica de México”. El economista acumula más de 35 años de experiencia en el análisis de la economía mexicana y sus perspectivas.

Las opiniones expresadas en este artículo son a título personal y no reflejan los puntos de vista de ninguna institución u organización con la cual me pudieran identificar. Sígame en Twitter en @jonathanheath54

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