10 de abril 2019 | 4:58 pm
Cien años después de su muerte, el legado de Emiliano Zapata, el revolucionario que peleó por los campesinos indígenas desposeídos, es disputado por un gobierno que dice reivindicarlo pese al rechazo rotundo de sus más radicales herederos, protagonistas de un levantamiento hace 25 años.
El asesinato del llamado “Caudillo del Sur”, cuyo centenario se cumple este miércoles, es una conmemoración que el mandatario izquierdista Andrés Manuel López Obrador extendió todo este año al tratarse de una figura histórica a la que cuenta entre los pilares ideológicos de su llamada Cuarta Transformación, con la que propone un cambio radical de las instituciones y la política mexicanas.
Pero el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se alzó en armas en el estado de Chiapas en enero de 1994 -cuando el país celebraba el inicio de su vital tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá-, discrepa y acusa a López Obrador de ser un presidente “tramposo” que busca “destruir” a los pueblos originarios.
“Hay ahí digamos un pleito por la figura y por los símbolos de Zapata entre López Obrador y (su partido) Morena por un lado y de los zapatistas del EZLN, sin duda”, dice el analista José Antonio Crespo.
Zapata, uno de los líderes más célebres de la Revolución Mexicana y precursor de la reforma agraria, murió en Chinameca, estado de Morelos (centro), en una emboscada tramada por rivales políticos cercanos al gobierno, partidarios del viejo sistema latifundista.
Un siglo después, sigue siendo un personaje divisorio.
En enero, el EZLN advirtió que se opondrá a los “proyectos de destrucción” del actual gobierno como la creación de una Guardia Nacional, aprobada ya por el Congreso, o la construcción de un tren de pasajeros en el sur del país, que cruzará por Chiapas, bastión del movimiento.
Los zapatistas siempre han tenido marcadas diferencias con López Obrador. En 2006, la primera vez que “AMLO” fue candidato a la presidencia, el subcomandante Marcos, por años vocero del EZLN, llamó abiertamente a no votar por él.
Herencia revolucionaria
Para Crespo, el uso político de la historia y de sus principales personajes y símbolos ha sido siempre una marca registrada de López Obrador, aunque es un fenómeno usual en todos los países.
“Sí creo que tiene la idea y el propósito de hacer una transformación social, inspirada en los principios de la revolución”, dice el analista.
“Pero por lo mismo también creo que él se concibe como un revolucionario y por lo tanto justifica, aunque no lo diga, la centralización del poder político”, advierte Crespo.
Opositores a AMLO argumentan que las promesa de un “cambio de régimen” oculta la intención de instaurar un régimen autoritario, que cope espacios de poder y atente contra la autonomía de las instituciones.
El historiador Felipe Ávila considera en cambio a la Cuarta Transformación una oportunidad de “aterrizar” los ideales y aspiraciones de Zapata “de construir un México más justo, equitativo, democrático, libre”.
“La gente con la que se comprometió Zapata, por la que luchó, siguen siendo -sus herederos- una población que carece de muchísimas cosas. En los sectores rurales, campesinos y, sobre todo, indígenas es donde todavía prevalecen los mayores índices de marginación y pobreza” del país, afirma Ávila.
El legado de Zapata sigue en disputa 100 años después de su muerte
AFP
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10 de abril 2019 | 4:58 pm
Cien años después de su muerte, el legado de Emiliano Zapata, el revolucionario que peleó por los campesinos indígenas desposeídos, es disputado por un gobierno que dice reivindicarlo pese al rechazo rotundo de sus más radicales herederos, protagonistas de un levantamiento hace 25 años.
El asesinato del llamado “Caudillo del Sur”, cuyo centenario se cumple este miércoles, es una conmemoración que el mandatario izquierdista Andrés Manuel López Obrador extendió todo este año al tratarse de una figura histórica a la que cuenta entre los pilares ideológicos de su llamada Cuarta Transformación, con la que propone un cambio radical de las instituciones y la política mexicanas.
Pero el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se alzó en armas en el estado de Chiapas en enero de 1994 -cuando el país celebraba el inicio de su vital tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá-, discrepa y acusa a López Obrador de ser un presidente “tramposo” que busca “destruir” a los pueblos originarios.
“Hay ahí digamos un pleito por la figura y por los símbolos de Zapata entre López Obrador y (su partido) Morena por un lado y de los zapatistas del EZLN, sin duda”, dice el analista José Antonio Crespo.
Zapata, uno de los líderes más célebres de la Revolución Mexicana y precursor de la reforma agraria, murió en Chinameca, estado de Morelos (centro), en una emboscada tramada por rivales políticos cercanos al gobierno, partidarios del viejo sistema latifundista.
Un siglo después, sigue siendo un personaje divisorio.
En enero, el EZLN advirtió que se opondrá a los “proyectos de destrucción” del actual gobierno como la creación de una Guardia Nacional, aprobada ya por el Congreso, o la construcción de un tren de pasajeros en el sur del país, que cruzará por Chiapas, bastión del movimiento.
Los zapatistas siempre han tenido marcadas diferencias con López Obrador. En 2006, la primera vez que “AMLO” fue candidato a la presidencia, el subcomandante Marcos, por años vocero del EZLN, llamó abiertamente a no votar por él.
Herencia revolucionaria
Para Crespo, el uso político de la historia y de sus principales personajes y símbolos ha sido siempre una marca registrada de López Obrador, aunque es un fenómeno usual en todos los países.
“Sí creo que tiene la idea y el propósito de hacer una transformación social, inspirada en los principios de la revolución”, dice el analista.
“Pero por lo mismo también creo que él se concibe como un revolucionario y por lo tanto justifica, aunque no lo diga, la centralización del poder político”, advierte Crespo.
Opositores a AMLO argumentan que las promesa de un “cambio de régimen” oculta la intención de instaurar un régimen autoritario, que cope espacios de poder y atente contra la autonomía de las instituciones.
El historiador Felipe Ávila considera en cambio a la Cuarta Transformación una oportunidad de “aterrizar” los ideales y aspiraciones de Zapata “de construir un México más justo, equitativo, democrático, libre”.
“La gente con la que se comprometió Zapata, por la que luchó, siguen siendo -sus herederos- una población que carece de muchísimas cosas. En los sectores rurales, campesinos y, sobre todo, indígenas es donde todavía prevalecen los mayores índices de marginación y pobreza” del país, afirma Ávila.
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