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En un año, Fernando Lelo de Larrea y Federico Antoni reciben cerca de 350 propuestas (pitch decks) de startups que buscan financiamiento.
Únicamente, solo tres o cuatro son los emprendimientos que al final logran colarse al portafolio de ALLVP, el fondo creado y dirigido por ambos inversionistas, que apoya a compañías a través de capital semilla, series A o B.
Su tino para las startups latinas es tan acertado como el de Bill Gurley o Steve Anderson, dos de los más grandes inversionistas que han inyectado dinero a empresas como Uber, Twitter, Zendesk, Instagram o Social Finance (SoFi).
Uno de los casos más recientes ocurrió en un viaje a San Francisco, en el que conocieron a Oskar Hjertonsson, miembro fundador de Cornershop, la aplicación de pedidos de supermercado a domicilio.
El profesionalismo que demostró el equipo de la empresa chilena sedujo la cartera de Antoni y Lelo de Larrea, cuyo fondo lleva las iniciales de su apellido. Para ellos, levantar capital no basta con tener una buena idea.
“Cuando tienes esa mentalidad y construyes una empresa donde su arquitectura tecnológica, diseño organizacional y procesos operativos están preparados desde el día cero, tienes todo para ser enorme” cuenta Fernando Lelo de Larrea.
A tres años de que ALLVP le invirtiera por primera vez, Cornershop generó un parteaguas en el ecosistema emprendedor mexicano: se convirtió en la adquisición más grande hasta el momento en el ecosistema emprendedor mexicano.
Nombrarlo como uno de los hitos en la industria latina no es en vano, ya que Walmart, el gigante minorista, decidió adquirirla por 225 millones de dólares. Una transacción de ese tamaño significó para ALLVP un retorno de casi siete veces mayor a los cerca de cinco millones de dólares que invirtió en la plataforma.
Si bien ha sido una de las mayores compras en el ecosistema, Antoni prefiere mantenerse en el cuadro de la humildad.
“Entre más sabemos, menos sabemos. Es el punto en el que estamos como inversionistas. Cuanto más grande sea nuestro portafolio, más humildes tenemos que ser”, afirma mientras se recarga en un librero repleto de lecturas sobre negocios, entre los que destacan It´s a Jungle In There, escrito por Steven Schussler y que narra la historia de un empresario en la década de 1980 que no se detuvo para hacer realidad su sueño de abrir un restaurante.
Similar a la historia de Schussler, los inversionistas atravesaron años retadores al comienzo de su aventura. “Nunca quisimos tirar la toalla”, dice Antoni.
Uno de los principales desafíos fue ser testigo de que la mayoría de sus apuestas iniciales no daban frutos. Como pioneros, apostaron en una industria de capital de riesgo mexicana que en 2012 daba sus primeros pasos.
“En ese entonces era muy poco común, eran los únicos que tenían una visión muy clara del capital de riesgo y sobre cómo se hacía alrededor del mundo”, cuenta Gerardo Obregón, fundador de Prestadero, compañía de crowdfunding en la que ALLVP invirtió casi un millón de dólares, de acuerdo con datos de Crunchbase.
Lelo de Larrea y Antoni se conocieron en Stanford mientras estudiaban una maestría. Al terminar, ambos tomaron caminos distintos que se volvieron a unir cuando comenzaron a impartir clases sobre el desarrollo de empresas. Durante esa etapa se dieron cuenta que los proyectos que generaban dentro de las aulas tenían oportunidad de convertirse en negocios reales; no se podían quedar allí.
Bajo esa premisa nació la idea de crear un diplomado sobre emprendimiento en 2009, el cual después de varios años se convirtió en Venture Institute, la primera incubadora de alto impacto en México certificada por la Secretaría de Economía, durante el sexenio de Felipe Calderón.
La convicción de apostar por el ecosistema emprendedor llevó a Lelo de Larrea y a Antoni a renunciar a sus trabajos y dedicarse de tiempo completo al proyecto que los encaminaría a uno de los acontecimientos más satisfactorios de su vida.
“No bastaba con ser asesores, queríamos ser inversionistas”, recuerda Lelo de Larrea.
Los socios ya no veían a las empresas con ojo académico, sino con uno analítico.
Aquellas que cumplen estas dos cualidades -otorgar un acceso amplio a servicios a través de tecnología e innovación y tener potencial de generar un alto impacto- son las que atraen a ALLVP.
Ese fue el caso de Carrot, un proyecto escolar que se convirtió en la primera startup en la que inyectaron capital en 2012 y que dio inicio a uno de los fondos de inversión que ha registrado múltiples salidas en el ecosistema mexicano.
Alberto Padilla, cofundador de Aventones, empresa fondeada por ALLVP y que fue adquirida por la francesa BlaBlaCar en 2015, confirma que más allá de solo invertir, los socios se involucran con el desarrollo y crecimiento de los proyectos. La relación no se termina una vez que se firma el cheque.
Al inicio eran como una startup, estaban aprendiendo y se comprometían mucho. Les costó trabajo cuando empezaron a tener más empresas, pero han podido evolucionar. Son los que más experiencia tienen, son los que más han podido hacer”, destaca Padilla.
Mark Zuckerberg dice: “En un mundo que cambia demasiado rápido, la única estrategia que está destinada al fracaso es no tomar riesgos”. Para Lelo de Larrea y Antoni, cada inversión representa uno.
Los grandes éxitos que ha tenido el fondo son el resultado de un inicio complicado que los obligó a descubrir “cómo iban a ser las reglas del juego en México”, considera Daniela Calleja, titular de Nuevas Emisoras y Emprendedores en la Bolsa Institucional de Valores (BIVA).
Calleja añade que un reto será enfocarse en alimentar la imagen positiva del venture capital en México para los inversionistas y con ello poder firmar cheques más grandes que cubran las necesidades de las series B, que abarcan, en promedio, 11 millones de dólares.
Esta labor no es exclusiva de los socios, los emprendedores tienen un papel importante en esta escena. “Falta que entre nosotros mismos nos apoyemos porque es muy común escuchar que los fondos y emprendedores se desacrediten unos a otros”, reflexiona Gerardo Obregón.
Nos puede ir bien a todos juntos, nos conviene que nos vaya bien”, Gerardo Obregón, fundador de Prestadero.
Hacia futuro, los inversionistas no se imaginan otro lugar que no sea ALLVP. Recientemente cerraron su tercer fondo con un capital de 73 millones de dólares, que les permitirá financiar rondas serie B.
Tampoco contemplan dejar las aulas, pues es ahí donde nacen las nuevas oportunidades de inversión.
“El timing no pudo haber sido mejor. Los emprendedores latinoamericanos están construyendo cada vez más empresas con tecnología que aprovecha una ola imparable de adopción digital”, expresó Antoni en el comunicado del anuncio.
Aunque mencionan que en este ecosistema aún hace falta gente que aspire a cosas más grandes y se atreva a transformar industrias.
Años de esfuerzo le significaron a los inversionistas sembrar los logros que cosechan actualmente, y aunque queda un largo camino por recorrer, Antoni y Lelo de Larrea confían en el trayecto que siguen, en el cual, aseguran con entusiasmo, son sus respectivas familias la brújula que los guía y los hace ser mejores en su trabajo.